Monday, November 9, 2009

Berlín tiene veinte años y más historias.

Jorge-Scrooge, no pregunten por qué, pero simplemente nunca se me ha dado eso de ir a convivios grandes. Nunca me gustó el carnaval en Veracruz, ni en ningún lugar, ni la misa, ni el mitin, ni los conciertos gratis, ni las protestas, ni los cumpleaños y lejos de México ninguna navidad.

Hoy no participé en los festejos por los veinte años de la caída del muro de Berlín. La ciudad se aclimata al semestre invernal, el sol no se deja ver, la lluvia es pequeña e incesable, los metros van llenos, las calles llenas, los restoranes igual. Mas aquí, en mi casa veo las astas de los árboles que no se mueven y la luna y celebro la paz.

Sí, la caída del muro es una celebración por la tranquilidad y la paz. Este encuentr es el inicio de la cicatrización de esa herida que empezó con la guerra fría y más atrás con la creación del Capital y con el Ensayo del tratamiento humano.

Estos árboles que aquí veo sin mover sus hojas, sin temer a ser talados para transmutar en combustible para los hornos que brindarán calor a mi barrio, me enseñan que no hay mayor fiesta que la paz en casa.

Ningún muro caera por completo, pero hoy, Berlín es libre. Sus árboles respiran profundo y yo me siento aliviado al no tener que participar en ningún evento en compañía de miles, si no de poder disponer del día y la noche como más me plazca.

1 comment:

Anonymous said...

n_n
Qué bonita es la libertad. Al celebrarla, también ha de ser importante recordar que no es universal todavía y quizá, si está en la voluntad de uno, hacer algo para apoyar a aquéllos que se ven privados de ella.