Thursday, November 26, 2009

Generation Kill y el orientalismo al revés.

Hoy ví por primera vez un episodio de la serie "Generation Kill".

Esta serie dirigida por Susanna White despliega escenas en la vida de un batallón norteamericano en la operación "Iraqi Freedom" que empezó ese 20 de marzo del 2003.

Sus escenas muestran la forma en que algunos soldados violaban convenciones internacionales, se convertían en criminales de guerra y sus superiores obviavan los hechos al tener que enfrentar batallas con menos y menos combatientes.

Otras escenas muestran el disgusto hacia la vida y el gusto en el dolor (del próximo). Escenas más muestran la fraternalidad, platónica, entre combatientes.

Pensé, en su momento, que esta serie me muestra escenas fieles de la realidad.

Me he detenido a meditar. Generation Kill no es más, que otra forma de "orientalismo" (en el sentido de Said) al revés. La directora y los productores nos dicen como se ve la realidad, mas: ¿realmente sienten placer en esta guerra infantil estas mujeres y hombres en tierras tan lejanas a su hogar? ¿Realmente dejan de amar a la gente en casa, para amar a sus comaradas y patria? ¿empiezan a odiar al prógimo, por poder dispararle?

¿Qué tal si todo lo que nos viene enseñando esta televisión crítica es simplemente otro orientalismo?

Somos humanos, a la derecha o la izquierda, cristianos, agnósticos o musulmanes. El orientalismo, ese pensamiento de saber lo que es el otro, nos persigue a todos por igual.

Espero poder pensar, que esos soldados no dejan de amar ni empiezan a odiar. Mas soy igual que todos jugando parte en la misma guerra.

Monday, November 9, 2009

Berlín tiene veinte años y más historias.

Jorge-Scrooge, no pregunten por qué, pero simplemente nunca se me ha dado eso de ir a convivios grandes. Nunca me gustó el carnaval en Veracruz, ni en ningún lugar, ni la misa, ni el mitin, ni los conciertos gratis, ni las protestas, ni los cumpleaños y lejos de México ninguna navidad.

Hoy no participé en los festejos por los veinte años de la caída del muro de Berlín. La ciudad se aclimata al semestre invernal, el sol no se deja ver, la lluvia es pequeña e incesable, los metros van llenos, las calles llenas, los restoranes igual. Mas aquí, en mi casa veo las astas de los árboles que no se mueven y la luna y celebro la paz.

Sí, la caída del muro es una celebración por la tranquilidad y la paz. Este encuentr es el inicio de la cicatrización de esa herida que empezó con la guerra fría y más atrás con la creación del Capital y con el Ensayo del tratamiento humano.

Estos árboles que aquí veo sin mover sus hojas, sin temer a ser talados para transmutar en combustible para los hornos que brindarán calor a mi barrio, me enseñan que no hay mayor fiesta que la paz en casa.

Ningún muro caera por completo, pero hoy, Berlín es libre. Sus árboles respiran profundo y yo me siento aliviado al no tener que participar en ningún evento en compañía de miles, si no de poder disponer del día y la noche como más me plazca.

A razón de los veinte años de la caída del muro de Berlín.

Berlín, y el mundo, conmemora el fin de un muro que separaba a familias y amistades; un muro que servía solo como puente de enemistad entre vecinos y hermanos. Vivo desde hace seis años en Berlín y he aprendido que tirar el muro no significa creer en el capitalismo, simplemente significa creer en la libertad. En la libertad de poder reunirte con los tuyos, de leer a tus autores favoritos, de viajar y crecer.

El estado social-liberal que gobierna Alemania puede ser por muchas razones criticado. Pero hoy, es día de alabar sus victorias. El derecho a casarte con la persona que más quieras, a recibir dinero si no tienes empleo, a la educación gratuita desde la cuna hasta la universidad; a escuchar a Rammstein, Schönberg, Wagner o a Brecht y Weil; y por el derecho creer en cualquier o ningún dios.

Felicidades queridos berlineses. Un abrazo por tu iniciativa y un abrazo por tu valor.