Es vivir en cubos, colores monótonos, en líneas, en Kandinsky y Grosz. Soles que nacen de ningún lado, o cronos con dos o más cabezas.
La novena de Bruckner.
Solamente dos compositores (o creadores) escribieron una novena sinfonía después de Beethoven:
Gustav Mahler. Que sería la décima, si no hubiera llamado a la que precedía "Canción del mundo" y fuera entonces esa la novena. Y Bruckner. Quién de manera humilde rindió homenaje sutil a Beethoven y a Wagner.
A Beethoven con la pregunta que formula en su novena, la pregunta sobre el futuro de la esperanza.
A Wagner con la súplica por compasión y esperanza.
"La búsqueda de la respuesta es reconciliadora, pero no es afirmativa" Es difícil, es toda la dicha y toda la histeria por un mundo de industria tan lejos de dios, de la trascendencia y la humanidad. Busca de manera necia, necio es Bruckner porque cree en un mejor porvenir y trata de disolver esta perdida del más allá en su repetición. Como si se adelantara al tiempo, llegara a la post-modernidad y al repetir su discurso de melancolía, quisiera deconstruirlo hasta que desapareciera. A veces da pie a las flores y a la luna creciente. Son momentos fugaces. Desearía que no hubiera compuesto esta obra, pero sería cerrar los ojos a una realidad. Hermosa en su profundidad. Pienso que Nietzsche llevaría pocos años de loco y estaría a seis de su muerte cuando Bruckner realizaba esta obra.
Desde el principio hasta el final, pensaba que quizá solamente mi tío Victor y Rodrigo sentirían el fluir de la sangre de pies a cabeza como lo hice yo. Que ganas de que estuvieran en estos momentos.
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