Saturday, April 12, 2008

Tres piezas.

Tres. Dos
de ellas dieron vida 
al amanecer y al crepúsculo 
de su tarde.

La tercera fue su propia estrella y agujero negro, 

decidiendo ser
y no

Se trata del último concierto que escuché en las dos pasadas noches. La filarmónica de Berlín conducida por Daniel Barenboim me dejaron ver esa trinidad de la cual ya sospechaba sobre su existencia. 

De Ferrucio Busono (1866-1924, de raíces italianas y alemanas, vecino del acaudalado barrio de Wilmersdorf en el oeste de Berlín) tocaron la Obertura de Lustispiel op. 38. Que acompaño Daniel con una sonrisa, leve, como corresponde a la sutilidad en cada nota. 

De Nino Rota (1911-1979, italiano, famoso por su música para el cine, en películas de Fellini o el Padrino) tocaron el Divertimento concertante para contrabajo y orquesta. De esta pieza no hay evidencia histórica de haber sido ejecutada en concierto. Los resoplidos y caprichos del contrabajo fueron domados por Nabil Shehata, un jóven Kuwaití, que ha tocado en los mejores recintos y que sobre todo me encantó con la sinceridad al tocar su instrumento, no ocultaba sus rasguños ni bramidos. Daniel por su parte me recordó, esta vez con música, la importancia de escuchar. Tiene un gran oído y el matrimonio del contrabajo con la orquesta nos llevaba desde los tonos lúgubres del violeta hasta la fragilidad de la pluma en un movimiento. Bravo. No podía escuchar sin la asociación del cine italiano, pensaba en crímenes y romances, sobre todo en suspiros.

La versión de Pelleas und Melisande op. 5 (compuesta en 1902 y ejecutada por primera vez en 1907, pues Debussy acababa de terminar su obra con el mismo nombre) de Arnold Schönberg (1874-1951, Austriaco-E.U.Americano) me aceleraba el pulso, me hacía respirar hondo. Con furia quizás. Es un terremoto que dura 50 minutos, con sus pausas en una bellísima aria y su marcia allegre. Sus réplicas: las voces de Pelleas y de Melisande, sin olvidar la verdadera furia* de Golaud. Desde que escuché a Anja Silja y la Staatskapelle de la Ópera Estatal de Berlín en la ópera Erwartung me fascinó la belleza de la música de Schönberg, tan bella que es trágica. Ella misma habría muerto en algún momento.

Más que en Melisande y Pelleas pensaba en Wagner. No sé porque pensaba en la gran guerra, en la muerte de Nietzsche y en la frase "Wagner hab(r)ía muerto". Más que nunca sentí esta frase después del caos final y la nota muda que le sobreviene. 

El concierto el viernes me gusto por tener la suerte de sentarme justo detrás de Daniel, verlo en los ojos y el rojo de su cara con los movimientos más graves y (anti)heroicos me hacían pensar, en lo cerca que estoy de los Karajans y Bernsteins de hoy. La noche siguiente lo ví del otro lado, ahora podía sentir toda la filarmónica siguiendo al maestro con cariño más que con rencor (pensaba en que podría ser mejor de lo que pensaba, no tengo cerca a los Karajans de hoy). En la obertura de Lustspiel no tenía partituras esta vez, todos tocaban con más ligeresa, como el desenvolvimiento natural de la ola.

*Sigo buscando furia más verdadera a la que dan la envidia y desconfianza.






No comments: